Una voz me susurraba al oído: ¡Karen despierta! En ese momento abrí los ojos, ya los pocos minutos mi cuerpo físico sentía como una ligera electricidad, me daba cuenta que alguien sabía mi nombre y no sabía quién era… no había nadie a mi lado… o al menos eso creía. Estos encuentros sucedieron muchas veces, desde que yo tenía aproximadamente 6 o 7 años. De lo que me puedo acordar.
En esos años mi gran ilusión era irme a dormir, porque yo tenía la posibilidad de jugar con unos lindos círculos de colores o burbujas (como yo las llamaba) que aparecían, iban y venían solo frente a mí. No cabía en tanta emoción, ya que solo yo podía verlas. Una noche bajé corriendo las escaleras (de madera que crujían horriblemente) y me acerqué a mi papá y le dije: “Papá, alguien quiere hablar conmigo, me están hablando, pero no les entiendo”, él solo se limitó a decirme: “No hay nada seguro estabas soñando”. Esa respuesta no calmó mi alma, pero sí mi mente… Tal vez solo era un sueño.
Conforme fueron avanzando los años, ellos siempre estuvieron conmigo, pero yo nunca hice caso consciente. No obstante años más tarde un ángel terrenal (una amiga de la universidad), me llamó para decirme que mis ángeles decían que yo debía entrar a un Diplomado de Certificación Angelical, no tenía ni idea qué era eso, no tenía dinero, estaba en el peor momento de mi vida, pero algo me inspiró a asistir y todo se acomodó “Mágicamente”.
Cuando llegué a ese lugar supe que estaba en mi lugar, que había regresado, me permití abrirme a la experiencia, comencé a sentir presencias de seres de luz, rodeada de mucho amor, paz, y una felicidad inexplicable. Los vi nuevamente, y supe que siempre fueron ellos.
Cuando salí de ese lugar después de un intensivo curso de tres días, me daba miedo pensar que estaba loca… ¿por qué yo tendría ese don de verlos, sentirlos y escucharlos? Y después pregunté ¿por qué no?
Mi vida se iba acomodando y transformando, de estar completamente vacía (en muchos sentidos), me descubrí con nuevas ganas de vivir, con una inspiración que nunca había tenido, decretando mi presente y mi futuro, saboreando cada instante.
Al paso de los meses y años, se hacían más visibles, no solo en sueños, también físicamente, a través de mensajes, plumas, colores, luces, o simplemente escuchando voces.
Yo sabía que estaban ahí.
Una noche, mi ego me hizo dudar de su existencia, cansada, preocupada por mi cuarto embarazo, el trabajo que yo sentía que debía tener, y problemas económicos, pedí su guía y les dije: “si están aquí quiero verlos claramente”. ¡Cuál fue mi sorpresa!… mientras caminaba por el pasillo de mi entonces departamento, cargando a mi hijo para que durmiera… algo me dijo voltea al baño de visitas, y ahí al final del pasillo había un hermoso ser de luz, de aproximadamente 1.50 metros, bañado en luz dorada, con unos hermosos ojos color azul turquesa. Grité y después volteé y ahí seguía… A partir de ese momento no dejo de verlos en formas distintas. Sé que ellos están conmigo.
Y fue por ese último reencuentro que mi vida cambió drásticamente. Al reencontrarme con ellos me di cuenta, que mi don era compartir estos bellos seres de luz y sus mensajes a través de una vocación diferente: Terapeuta y Maestra Espiritual.
Doy gracias infinitas por mis dones espirituales, pero doy aún más gracias a mis ángeles que siempre me acompañaron en forma de colores desde el día que nací y hasta ahora. Y seguramente en todas mis vidas pasadas también.
¿Has sentido que te hablan, la piel de gallina, presencias, o has visto colores, plumas, mensajes repetitivos? Ellos están contigo. No es casualidad que estás leyendo este texto.
Ábrete a un amor aún más grande a través del amor de tus ángeles, experimenta una sanación profunda con su ayuda y tu trabajo.
Ellos te aman y tú por ende te amas a ti.
Que la luz de los ángeles te refleje tu propia luz.
Reencuéntrate con ellos…
Gracias,
Karen Campillo